Casi como una saga de intriga, aventura y misterio, cada visita de Morrissey tuvo el eco que provocan esos impactos al corazón del fanático, resonancias argentinas que suelen replicarse en otros países -con obvios colores locales- en donde Moz es Dios muy a pesar suyo y de las reiteradas cancelaciones que dominan su vida en gira.
Aquí tiene canción propia, también varias suspensiones y una enorme congregación de fieles que perdonan sus bravuconadas discursivas por el amor sagrado a las letras de Los Smiths, o por la simple evocación de algún show que Steven Patrick Morrissey ofreció en nuestro país.
Desde el debut, en marzo de 2000 testeando un Luna Park repleto, hasta el último registro, una sorpresiva presentación televisiva realizada en un canal de deportes tres días después del show en el DirecTV Arena de Tortuguitas, la lista de acciones en vivo mejora según el setlist, los humores cambiantes del dandy imposible y el grado de devoción nacional que no suele repetirse con otros artistas internacionales.
Luna Park (30 de marzo de 2000)
Mucha gente esperando el ingreso al estadio con ramos de gladiolos, una escena que sólo Morrissey puede provocar en el mundo del rock y que aquí se respetó sin medir el pavor al ridículo. El ataque inicial con “Hairdresser On Fire” y los gladiolos volando al escenario, mientras el cantante los devolvía con gracia taurina, permanece como un adorable retrato épico que ni toda la parafernalia que trajo U2 para recrear el PopMart Tour en River pudo igualar. En ese vaivén, Moz luchó por imponerse contra los conocidos imponderables sonoros del palacio de los deportes. Pero la exactitud rockabilly de su banda resolvió hasta la ausencia de Johnny Marr, el gran Boz Boorer marcó la fibra emocional de “Half A Person” y se adueñó de la reverberación oscura que ambienta el manifiesto contra el mal trato animal tatuado en “Meat Is Murder”; instante fulminante que disparó la inspiración de Pablo Schanton para congelar la imagen de una pareja y escribir la letra de “Morrissey”, el megahit solista de Leo García que un rato antes abrió el show del cantor y poeta británico.
La lista incluyó 18 temas con cuatro menciones a The Smiths y varias escalas por Vauhxall And I, para muchos el mejor disco solista de Moz. Desde el escenario hacia la platea también volaron camisetas del West Ham. Cuando todo terminó, algunos entusiastas compraron en la puerta unas curiosas fundas para almohadas que llevaba estampada la frase smithsoniana: “Anoche soñé que alguien me amaba”.
“Le tiré un ramo de gladiolos en medio del pecho a Morrissey cuando tocó ‘Half a Person’. Cantó la canción con las flores en la mano. Lloré como loca. Las flores me las había dado Carlitos Nekro”, dice la periodista Lala Toutonian.
Personal Fest (6 de noviembre de 2004)
De negro y con una camisa al tono en donde se destaca el blanco alzacuello sacerdotal, Morrissey cerró la primera edición del Personal Fest en el Club Ciudad de Buenos Aires. Minutos antes, Debbie Harry cautivó a una multitud al frente de los clásicos de Blondie. Lo de Moz fue más caótico y mucho más intenso. “No escucho nada, supongo que debo estar ladrando como un perro viejo”, dijo mientras las flamantes canciones incluidas en “You Are The Quarry” decían lo contrario. Por fin, luego de siete años sin novedades discográficas, el ex líder de The Smiths renovó su hándicap con glorias agridulces como “First of The Gang To Die”, “I Like You”, “Let Me Kiss You” o la autorreferencial “Irish Blood, English Heart”. “Mi último disco vendió muy bien en Montevideo, muy bien en Santiago de Chile y sólo vendió una copia en Buenos Aires”, dijo y del otro lado algunos no entendieron el chiste. También opinó sobre el estado global de las cosas: “Me pregunto quién va a salvarnos de George W. Bush”. Entre las rarezas del setlist, Morrissey citó a sus adorados New York Dolls con “Subway Train” como intro de “Everyday Is Like Sunday” y para el cierre regaló su reconvertido viejo-nuevo hit “There Is a Light That Never Goes Out”, un clásico de los Smiths que recién en 2002 incorporó a sus shows solistas. Mientras la multitud celebraba, Moz abandonó el escenario contrariado por el sonido, el retorno y otros demonios.
Club GEBA (4 de marzo 2012)
En el tramo final de una mini-gira Argentina, que ya había pasado por Mendoza, Córdoba y Rosario, shows en auditorios cerrados de distintas dimensiones pero con similares garantías acústicas, Morrissey llegaba por tercera vez a Buenos Aires. Cerca de 20 mil personas esperaban a cielo abierto por el divo insufrible, sólo venta de comida vegetariana en el predio y la foto de Moz -circa Viva Hate– desde la pantalla central. La imagen juvenil no cambiará durante el concierto, la única excepción será para exponer un terrible video sobre las matanzas de animales durante el tiempo que dure la marcha lenta y sombría de “Meat is Murder”.
Público nuevo mezclado con acólitos de los ’80, el viento reinante que juega a su antojo con las direcciones del sonido y el fastidio clásico de Morrissey completan el mapa hacia una noche de humores cambiantes. En Palermo toca menos temas que en los shows de Mendoza y Córdoba, para colmo la lista hace escala obligatoria en los discos más recientes, Ringleader of the Tormentors y Years of Refusal todavía esperan su lugar en el olimpo de las preferencias.
“Como lo había hecho en el comienzo de su gira por el país, repite eso de que las Malvinas son argentinas y su banda luce remeras con la inscripción ‘Odiamos a William y Kate’, con fotografías de los jóvenes príncipes ingleses. ¿Cliché? Sí. ¿Demagogia? También. ¿Importa? Ni a él ni a su público, que le perdona todo a este artista que bien podría ser el eslabón perdido entre Sandro y Bob Dylan”, escribe Sebastián Ramos en la reseña de La Nación.
Público nuevo mezclado con acólitos de los ’80, el viento reinante que juega a su antojo con las direcciones del sonido y el fastidio clásico de Moz completan el mapa hacia una noche humores cambiantes y menos temas en el setlist.
Luna Park (10 de diciembre 2015)
“Tienen un nuevo presidente, les gusta?”, pregunta Morrissey a la audiencia amuchada frente al escenario de un Luna Park con entradas agotadas, y buena parte del público respondió con un abucheo. En la noche del largo día de la asunción presidencial, la voz inconfundible de Los Smiths brindó una de las mejores versiones en vivo.
De muy buen humor y acompañado por una banda que asumió con autoridad y devoción el arte de sostener a un mito en acción, Moz describió la parábola del artista incómodo en cada gesto, en cada canción y hasta en los videos que precedieron al show: Ike & Tina Turner, un clip antiquísimos de Leo Sayer, Charles Aznavour, los New Yorks Dolls y un poema suicida de Anne Sexton (“Wanting to die”) leído por la poeta norteamericana, desfilaron en imágenes sin la más mínima queja del público. Sólo Morrissey alcanza semejante cuota de veneración, y aprovecha para contagiar obsesiones y broncas contra el mundo opresivo. No es un entertainer clásico, lo suyo es obra de un inadaptado que proclama en sus shows “no importa qué tan raro seas ante los ojos del mundo, acá hay un lugar para vos”.
Por eso cuando entonó su propio nombre a través de la canción de Leo García parece un triunfo de otro gran incomprendido, o cuando se metió con la policía represiva de Los Angeles (“Ganglord”), seguido por imágenes de brutalidad extrema, está en una misma sintonía. Se notó la influencia latina en los temas nuevos de World Peace Is None of Your Business, con Gustavo Manzur, el tecladista de ascendencia colombiana, que hasta tomó la voz cantante en el final de “Speedway” -el tema que cierra Vauxhall & I– y tradujo al castellano esa tremenda letra sobre un amor imposible. P
Pero son los viajes al Manchester de los primeros Smiths con versiones rabiosas de “This Charming Man” o “What She Said”, o la psicodelia oscura de “How Soon Is Now?”. Seguir los cambios en las listas de temas es un ejercicio frecuente entre los fanáticos de Moz, antes del Luna tocó en el Teatro Opera y llamativamente sólo interpretó tres temas del catálogo Smiths, en cambio en el viejo palacio de los deportes extendió la marca a seis canciones que sumó a sus himnos solistas (“Suedehead”. “Let Me Kiss You”, “Everyday Is Like Sunday”). Tampoco faltó el gesto testarudo de repetir el terrible video de “Meat is Murder” justo en la patria del asado.
Su voz sonó diáfana, potente y con una carga emocional imposible de esquivar. Para el final suena la canción más anarquista de su vieja banda, casi un correlato del pequeño discurso de Moz cuando se quedó pensando sobre el abucheo que recibió a su pregunta presidencial: “seguramente no les gustó tampoco su presidente y eso es porque todos están cortados por la misma tijera”. En tanto, desde la pantalla una foto de la reina Isabel II dice “fuck you” con su dedo medio mientras el bocón canta “The Queen is Dead”.
DirecTV Arena (7 de diciembre 2018)
En una noche con ausencia de hits y comentarios incorrectos, más enfocado en la interpretación y los gestos de agradecimiento hacia la gente que no llenó las instalaciones del DirectTV Arena, Morrissey ofreció, tal vez, su mejor show en Argentina desde su debut en el Luna Park en marzo de 2000. La estupenda versión de “Back on The Chain Gang”, un tema original de The Pretenders, fue uno de los momentos sobresalientes en un concierto de 90 minutos con un comienzo fallido y un desarrollo soñado para los fanáticos del cantor insumiso.
“Les quiero, les quiero, les quiero”, gritó Moz y del otro lado estalló un público devoto. Todo estaba listo pero algo falló, la guitarra de Jesse Tobías no se escuchaba por los parlantes, un asistente conectó y desconectó cables, la respuesta fue un ruido sordo que sólo se percibía en el escenario. Mala señal, el anticlímax alcanzó los tres minutos, por mucho menos, se sabe, el cantante suele fastidiarse y condicionar su humor por el resto de un show. Morrissey abrió los brazos y como un comediante italiano dijo “Mamma Mia!”. De pronto, surgió el cielo protector de Los Smiths y sonaron los primeros acordes de “William, It Was Really Nothing”, aquí no ha pasado nada, el barítono de herencia irlandesa inició una saga brillante, su voz está intacta, bien al frente por encima de una banda ajustadísima y con la certeza de convivir en un eterno segundo plano. El bocón de otros momentos habló muy poco y cada vez que se dirigió al público fue para agradecer en el micrófono o extender sus manos y bendecir a los más fieles ubicados en la primera línea frente al escenario.
La quinta visita de Morrissey no incluyó tantos clásicos en el setlist, cubrió perlas escondidas de sus discos solistas y sólo recurrió a su vieja banda en tres oportunidades, además de “William…” sonaron “Is It Really So Strange?” y la infaltable “How Soon Is Now?”. La pantalla gigante habló por él, cada canción dialogó con una imagen icónica del ideario pop del último romántico de una dinastía en extinción: la enorme versión de “Hairdresser on Fire” tuvo a Joey Ramone posando al lado de un cartel de promoción de cortes de pelo punk, también desfilaron Marget Thatcher a punto de ser decapitada por un jinete (“I Wish You Lonely”) o Peter Falk (“Jacky’s Only Happy When She’s Up on the Stage”). El mensaje político más explícito quedó reflejado en la foto de las revueltas callejeras parisinas mientras en el estadio de Tortuguitas cubría a todos la melodía envolvente de “I’m Throwing My Arms Around Paris”.
A los 59 años, Moz lució un glamour de entre casa, ya no utiliza el cable del micrófono cual domador de fieras y sobre el escenario mostró un andar lento. Sin embargo, cuando desgarró su remera luego de “Jack The Ripper” y la lanzó al público parecía un actor consagrado, gesto que repitió sobre el final para elaborar una maravillosa versión de “Life is a Pigsty”, esta vez fue su camisa fue la que voló por el aire y, en cierto modo, significó el mejor trofeo de una noche que comenzó mucho antes del show de Morrissey. En la previa un telón gigante mostró videos de Los Ramones, Patti Smith, David Bowie y de unos cuantos convidados a la gala, imágenes de Edith Piaf, Massimo Ranieri, Tim Hardin o el actor James Darren (Tony Newman en la serie El túnel del tiempo) aportaron más señales de ingreso al Mondo Morrissey. Nada es casual, en sus shows hay un sinfín de enlaces a favor de rescates y descubrimientos, ceremonia que repitió en el DirecTV Arena donde reaparecieron viejos temas de Viva Hate y algunos momentos para valorar más a Low In High School, último disco que llegó a presentar en Argentina.
Fox Sports (10 de diciembre 2018)
Suena raro, pero la última vez que Morrissey cantó en nuestro país fue en un estudio de televisión. Durante el show en el DirecTV Arena, Moz anunció que en pocos días iba a estar la tele. Nadie entiendo nada pero a los tres días -en horario de trasnoche- Germán Paoloski presentó al cantante inglés en NET (Nunca es tarde), el programa de Fox Sports. El ex Smith interpretó su versión del tema de Pretenders “Back on the Chain Gang” y “Hairdresser on Fire”, canción incluida en Viva Hate.
“Había un par de personas muy desagradables, no sé si eran del sello, que querían sacar a la gente del piso. No éramos muchos tampoco y creo que la mayoría de los técnicos ni sabían de quién se trataba”, dice el periodista Hernán Ferreirós que en ese momento trabajaba en la producción de NET. Morrissey utilizó el mismo backline del show de Tortuguitas y hasta los escudos de luces de su escenografía. Llegó en los estudios ubicados en Martínez con su personal de seguridad y probó sonido junto a su banda antes de grabar las dos canciones. “La orden expresa era que nadie se le acerque, solo se rompió cuando aceptó tomarse una foto con Paoloski”, dice Ferreirós.
Con un record sólo comparable a la cantidad de cancelaciones que Marta Argerich registra en el mundo de la música clásica, Morrissey volverá a subir a un escenario argentino el próximo 8 de noviembre en el Movistar Arena. A los 66 años sigue cultivando la leyenda del divo altivo y caprichoso, al mismo tiempo se replican las imágenes de sus shows abrazando a cada fan que sube al escenario para cumplir con un rito devocional que sigue creciendo. Ni su animalismo misántropo, la tendencia de amar a los animales y odiar a la humanidad, ni sus declaraciones cercanas a la extrema derecha -muchas veces sacadas de contexto- pueden detener a una enorme minoría que adora a Morrissey a secas, el mismo que explicó todo en su autobiografía: “Sólo los compositores clásicos eran conocidos por sus apellidos, y esto calzaba de maravillas con mi temperamento rufianesco”.
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